Fue una mañana como ninguna, un amanecer sombrío, un
día completamente distinto. El ambiente se sentía pesado, el sol no salía por
completo, y parecía que todo se encontraba inerte, tranquilo, como si algo
estuviera por suceder, algo que cambiaría nuestros días por completo, algo que
nos haría estremecer, un dolor que no cesaría jamás, un hecho que nos afectaría
a todos, un evento que cambiaría nuestra vida por completo.
Fue una mañana en la que los ángeles llamaron a
nuestra puerta, una mañana en la que Dios decidiría aumentar a uno más su
ejército de guardianes. Un día en el que no tuvimos más remedio que dejarla
partir, en el que no pude decirle adiós de la manera en que se merecía, un día
en el que te vi volar para nunca más volver, en el que nos dijiste un hasta
luego y que te llevaste contigo todo ese amor que dábamos por ti. Un día en el
que nos demostraste que habías sido feliz.
Fue un día en el que los planetas se detuvieron por
unos segundos para desearte un buen camino, en el que los pájaros dejaron de
cantar para observar tu partida y en el que los ángeles del cielo cantaron sin
cesar a unísono para recibirte con las alas y los brazos abiertos.
Fue un día en el que por última vez pude sentir tu
rostro, y en el que pude cerciorarme como comenzaba a perder su color y su
brillo. Fue una mañana en la que todo se veía diferente, en donde no sabía cómo
reaccionar y no me percataba aún de la pérdida tan grande que había tenido. Un
día en el que me tuve que alejar de ti para dejarte descansar, en el que me di
cuenta de lo valiosa que eras para mí y que a pesar de que trataba de decírtelo
constantemente, aún siento la necesidad de abrazarte y decirte que te quiero
mucho.
Fue un día en el que tuvimos que lastimar a decenas de
corazones para avisarles de tu despedida, y en el que, a pesar de la distancia,
la gran mayoría pudo reunirse para verte partir por última vez.
Que difícil fue decirte adiós, que difícil fue
entender que ya no te vería más, que difícil fue el aprender a dejar ir, y
entender que no podía seguir siendo egoísta y que tu tenías una agenda
pendiente, una tarea por hacer, que era el volver a ver a los tuyos allá
arriba. Que difícil fue el poderte tocar y a la vez sentir que ya no estabas
ahí, ver como tu mirada se perdía y como tus ojos se apagaban, sentir como tu
corazón se detenía y como tu alma se alejaba. Que difícil.
Que complicado es el aprender que la gente no estará
ahí para siempre y que por más lejana que se vea esa posibilidad, algún día te
teníamos que decir adiós. Pero más complicado fue el regresar. Volver a esa
habitación vacía, ese cuarto que ya no se parecía más al que dejamos la mañana
anterior, sino que se había convertido en un cajón vacío y frío, en el que la
persona que lo llenaba de vida había dejado un gran hueco que nadie podría
llenar. El sentir tu aroma tan peculiar al acercarme a tu colchón, el poder
respirar tu perfume al mover tus cosas, y el recordar tu presencia con el
simple hecho de sentarme en el lugar que tu solías estar.
Aún recuerdo tus pláticas, tus anécdotas, tus
singulares bromas, la manera en la que nos enseñabas a crecer y a madurar, la
forma en la que podías ser abuela y a la vez mamá, ese singular método para
decirnos que nos querías y a la vez enseñarnos lo qué estaba bien y estaba mal.
Cómo olvidar las mañanas viendo el chavo del ocho,
cuando te miraba reír con las bromas de quico, cuando te salían las lágrimas de
las carcajadas que te hacían brotar. O aquellas tardes en las que nos acompañabas
a jugar fútbol, que veías como entre mi hermano y yo jugábamos a ser galácticos
y competíamos el uno contra el otro.
Jamás olvidaré los momentos en los que nos enojábamos
contigo porque no sabíamos manejar muchas circunstancias, y a pesar de todo eso
siempre nos mostrabas tu mejor rostro. O cuando nuestra madre nos reprendía y
nos sentíamos avergonzados, pero tú con tu simple toque nos devolvías el alma.
Contigo tenía una confidente, una gran amiga, una aliada.
Tenía un ser que siempre, de alguna manera, podía ver lo mejor de mí, aunque yo
no me diera cuenta. Una amiga que sabría aconsejarme y decirme que hacer cuando
yo no encontraba la salida, esa amiga que sabía leer mi mirada y darse cuenta
cuando en mi interior albergaba la tristeza. Esa persona que se emocionaba
conmigo al ver a nuestro equipo de futbol, que festejaba los goles con nosotros
y nos ilustraba con sus anécdotas y experiencias. Esa aliada a la que le
contaba mis sueños y mis planes a futuro, y quien me impulsaba a querer
lograrlos. Esa mujer que no hizo más que ayudar y enseñarnos a ver la vida de
una manera distinta.
Esa gran persona que me ayudó a mi madre a formarnos y
la que con su partida me dejó el mejor de los regalos, el amor y la pasión por
escribir.
Gracias por tan bellos recuerdos, por tantas
experiencias y por todo el aprendizaje. Agradecido estoy por haberte tenido en mi
vida y por darme la dicha de saber lo que era estar cerca de ti a cada momento.
Gracias por ser siempre buena y cariñosa. Gracias a ti por seguir en mi mente,
en mis oraciones y en mi corazón, pero sobre todo gracias por haberme regalado
esta increíble mamá.
Autor:
Carlos Mitani Sigala
Carlos Mitani Sigala
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tenía mucho que no veía tus escritos! todos son excelentes pero esta me llegó mucho felicidades por ser tan buen escritor y saber trasmitir lo que sabes hacer !
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