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Los Dueños del Mañana





30 de abril, día en el que festejamos al pequeño al que todos llevamos dentro, al joven soñador que anhela y desea hacer cosas grandes sin importar los riesgos que se le presenten, al corredor incansable capaz de recorrer kilómetros y kilómetros detrás de un balón como persiguiendo un objetivo. Al niño bromista y risueño que tenía la capacidad de sacar una sonrisa en cada uno de nosotros. Ese chiquillo al que muchos guardamos con cariño en nuestros corazones y al que le debemos gran parte de nuestros logros y bendiciones actuales.

Ese niño que soñaba con ser grande y convertirse en súper héroe, al pequeño que sin importar lo que le dijeran, era capaz de escalar árboles inmensos, de levantarse y sacudir sus rodillas cuando tropezaba con una piedra, de limpiar sus lágrimas después de sufrir algún dolor y sonreír de nuevo, de superar sus miedos simplemente para no quedarse atrás en alguna aventura con sus amigos, en fin, tantas cualidades que podríamos encontrar en ese pequeño al que todos conocemos.

Hoy en día, los niños que vienen detrás de nosotros cuentan con nuevas y mayores capacidades a las que tuvimos en nuestra niñez, con habilidades muy diferentes a las que nosotros teníamos en nuestra infancia. Niños que tienen mucha mayor entereza y menor miedo a los retos, capaces de enfrentar a las inmediaciones y problemáticas que se les presentarán en un mañana.

Es increíble como los pequeños de nuestra actualidad son capaces de obtener habilidades en tan solo unos minutos, ya sean de comunicación, motoras e incluso tecnológicas. Como con tan solo observar la utilización de algún artefacto, son capaces de imitar y de realizar muchas de las tareas con las cuales nosotros tuvimos que lidiar por meses para poder comprenderlas. Niños que crecen dentro de núcleos familiares rotos, capaces de manejar dichas problemáticas con mayor madurez, comprendiendo la situación de mejor manera y aprendiendo a lidiar con ellos. Pequeños que se desenvuelven en una sociedad mucha más liberal, acostumbrados a ver un mundo que gira sin frenos en el cual hemos olvidado muchas de las cosas simples que nos regala la vida y nos hemos esmerado en complicar y materializar mucho más nuestra existencia.

No cabe duda de que el niño moderno es capaz de lograr infinidad de cosas, sin embargo, también es una realidad de que el niño de la actualidad está olvidando muchas de las cosas importantes en su crecimiento.

¿Dónde quedaron aquellos niños inocentes a los cuales se les podía ilusionar con la venida de un ser celestial en Navidad, o con la llegada de un señor gordo con barba que cargaba un costal lleno de juguetes? Si, muchos de los niños todavía creen en eso, pero descubren y se enteran de la realidad desde muy pequeños, matando sus ilusiones y haciéndolos mucho más frívolos e insensibles. La niñez de la actualidad se ha convertido en un ente materialista y codicioso, el cual continuamente se encuentra deseoso de obtener ya no solo los mejores juguetes, sino ahora busca entretenerse con todos los aparatos tecnológicos que vayan saliendo al mercado.

Aún recuerdo mis tardes en las que sin algún fin en específico correteaba y peloteaba con mi hermano afuera de mi casa, o los domingos jugando béisbol en casa de mi abuelita con un palo de escoba y una pelota de frontón. Días donde lo más simple muchas veces era lo más divertido, y donde el único premio que recibíamos era la satisfacción de vencer al oponente.

Vienen a mi mente las tardes en las que tomábamos nuestra bicicleta y recorríamos largas distancias simplemente por la diversión de alejarnos de nuestra casa, o lo emocionante que era el corretear lagartijas en el baldío de la esquina. Incluso cuando nos creíamos todos poderosos y nos íbamos de cacería con nuestras resorteras en búsqueda del “Monstruo de Gila”. Todavía recuerdo la emoción que sentía simplemente por cargar una mochila llena de piedras y mi resortera a la mano.

Mañanas de receso en la primaria en las que, con una simple lata de refresco aplastada, nos proponíamos a jugar futbol y durante una hora completa nos sentíamos súper estrellas. Todavía recuerdo la emoción de anotar el gol ganador y correr a festejarlo con todos los compañeros del equipo.

Juegos tan tradicionales en nuestro país como el Stop, donde le declarabas la guerra a una nación y todos corrían hasta que el elegido llegaba al centro del círculo y gritaba Stop. O el juego de los Encantados, donde la persona que encantaba tenía que perseguir a sus amigos y tocarlos para dejarlos inmovilizados.

No cabe duda de que aquellos tiempos eran grandiosos, y muchos de esos momentos los guardo con gran recelo y trato continuamente de despertar al niño que en ocasiones dejo dormido a causa de la vida diaria, de la rutina o simplemente porque con el paso de los años vamos olvidando de lo sencillo que era disfrutar en esa etapa de nuestras vidas.

Sé que cada época tiene su encanto, y que cada uno de nosotros defendemos la nuestro como si fuera la mejor. Pero hay algo que debemos de cuidar en todos los pequeños, su nobleza y alegría. Cualquier pequeño que mantenga eso durante su infancia, logrará grandes cosas consigo y con los que le rodean, ya que esa chispa que emerge de su ser es tan inexplicable como grandiosa, y si logramos mantener esa llama encendida en su ser, habremos plantado una semilla muy valiosa para el mundo del mañana, para el mundo de nuestros pequeños.

¡Felicidades al niño que llevan dentro! No olviden consentirlo de vez en cuando.


Autor:
Carlos Mitani Sigala

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Comentarios

  1. muy buena entrada carlos :D siempre estará presente un poco de la infancia cada día...

    hay que preservar la inocencia delos niños para que vivan sanamente..

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    Respuestas
    1. Que nunca muera ese pequeño que llevamos en nuestro corazón, no cabe duda que los niños son el motor de este mundo y hay que cuidarlos y educarlos para que crezcan en un entorno mucho mas benéfico para ellos.

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